El deterioro ecológico casi generalizado en el planeta, ocasionado por la afectación de los ecosistemas naturales, ha propiciado la extinción de animales, desequilibrio de poblaciones de grandes mamíferos con una función precisa en la cadena ecológica y ha llevado al desgaste de otras especies. Sólo 2.8% de los ecosistemas terrestres tienen integridad ecológica.
La creciente huella humana resultado de actividades como agricultura, deforestación y urbanización es otro de los factores causantes del daño al orbe.

Estos datos emanados del estudio efectuado por un grupo internacional de 16 científicos, en el que colaboran Ella Vázquez Domínguez, investigadora del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM, quien participa junto con su alumno de posgrado Carlos Luna Aranguré.
El detallado trabajo de la UNAM para evaluar la condición de ecosistemas terrestres, muestra que solamente 2.8 por ciento de dichos sistemas naturales tienen integridad ecológica (humana, faunística y funcional); es decir, contribuyen a la persistencia global de la biodiversidad.
¿QUÉ ES LA INTEGRIDAD ECOLÓGICA?
La integridad ecológica se relaciona con la intensidad de la degradación producida por actividades humanas y que tienen como consecuencia la pérdida o transformación de sus características funcionales. En este trabajo, se asigna un valor mayor a las áreas con un mayor grado de conservación.
“Estamos contra reloj; teniendo pérdida de biodiversidad, que lo implica todo. Estamos en una raya límite de daño muy severo, que va a afectarnos directamente a nosotros.
“Si no corregimos y lo hacemos bien, no vamos a poder alimentar a la población mundial. Hacerlo bien es teniendo en consideración los ecosistemas, la biodiversidad, y manteniéndola”, advierte la especialista.
El objetivo del estudio, publicado en la revista científica Frontiers in Forest and Global Change, fue cuantificar áreas a nivel terrestre que tuvieran lo que se conoce como integridad ecológica.
CHECA EL ESTUDIO https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/ffgc.2021.626635/full
Más allá de la huella humana
“Existen pocas áreas en el mundo íntegras. Otros trabajos miden solamente el impacto antropogénico, al que se le llama huella humana, pero nuestro objetivo era ir un paso más allá porque la perturbación no se puede basar solamente en la huella humana”, señala.
Mapearon la integridad faunística para detallar las poblaciones adecuadas de animales en la naturaleza.

“Incluimos capas de distribución de casi toda la fauna del mundo e información de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, así como datos de vertebrados (mamíferos, anfibios, reptiles, aves) para conocer la pérdida del área de distribución y obtener un índice de extinción de vertebrados terrestres en el mundo”.
Otra capa de información incluyó mapas de pérdida de fauna, en especial de mamíferos, pero solo en zonas tropicales. Para evaluar la integridad funcional, que permite el mantenimiento del equilibrio ecológico y el del ecosistema, los científicos utilizaron datos de 16 mamíferos grandes, con distribución mundial.

“Las elegimos porque los mamíferos grandes son las primeras especies que se pierden con un poco de alteración del hábitat y se usan como especies sombrilla porque si se pierden es posible que se pierdan otras.
Las especies son cuatro de oso, tres de chimpancé, tres de orangután, dos de gorila, elefante africano, jaguar, león y búfalo africano”, abunda Vázquez Domínguez.
Con los datos de esas especies se obtuvo información de abundancia y de densidad de las poblaciones. “La integridad funcional no implica solamente que haya animales como leones en África; que estén presentes no quiere decir que sus poblaciones estén funcionalmente bien. Puede haber muy pocos ejemplares y que ya no estén jugando el papel clave que tienen en el ecosistema”, subraya.
Con la información de la huella humana, integridad faunística e integridad funcional, ya mapeada en el mundo y considerando un área de 10 mil kilómetros cuadrados, los científicos concluyeron que menos de tres por ciento de los ecosistemas del mundo tienen integridad ecológica mínima suficiente para ser consideradas áreas claves de biodiversidad.

Son áreas de diez mil kilómetros cuadrados que estas especies requieren para su distribución. Están bien conservadas y se ubican en zonas extremas del planeta, muy al norte y al sur.
“Destacan zonas boreales, la tundra en Siberia, el norte de Canadá, parte de las selvas amazónicas tropicales, selvas del Congo y el desierto del Sahara”.
Vázquez Domínguez destaca también que en donde menos impacto humano hay, todas las métricas se mantienen.
La ecóloga consideró que al reintroducir ciertas especies de mamíferos nativos en diversas zonas del mundo se podría recuperar hasta 20 por ciento el planeta, para pasar de 2.8 por ciento de área con integridad ecológica a casi 22 por ciento.
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