OPINIÓN: Procesos de diferenciación social y autonomía política entre los Ayuuk Jaay de la sierra Norte de Oaxaca
Por: Francisco Martínez Ureña**
Todas las luchas por la autonomía y la autodeterminación de los pueblos conllevan un proyecto político que las sustentan y marcan su horizonte. No hay movimiento social sin ideología ni tendencias de cambio sin la construcción de símbolos proclives a desmontar el estado de cosas prevaleciente.
No obstante lo anterior, la historicidad de los fenómenos de cambio social y cultural nos permiten ver la manera en que estos preceptos se configuran en cada caso, en cada etapa y en cada coyuntura; incluso, ningún proceso de cambio de largo alcance presenta características que se le parezcan a cualquier otro, por más que se puedan usar categorías de similitud para definirlos.
Los Ayuuk Jaay, mejor conocidos como Mixes de la Sierra Norte de Oaxaca representan verdaderos ejemplos de procesos autonómicos con características singulares justamente por constituir un proyecto de largo alcance que rebasa los límites temporales de cualquier generación dentro de sus comunidades; más que ser un proyecto político, es un proyecto emancipador que se alimenta permanentemente de un sistema de valores arraigado en su visión del mundo, desde el mito de origen y hasta las prácticas comunitarias del día a día.
Sin embargo, ese proyecto emancipador que les ha permitido mantener el control sobre su propia cultura, tiene herramientas políticas y sociales que permiten a las comunidades seguir el guion preestablecido por sus antepasados, no sin ajustes, en medio de una lucha interna y de reinterpretación de los valores culturales.
A diferencia de otros proyectos autonómicos que corresponden más a coyunturas específicas por las luchas de poder dentro de los límites de los estados nacionales y que dependen totalmente de un proyecto político, como es el caso de los neo zapatistas de Chiapas, el de los Ayuuk Jaay depende de los cambios culturales en medio de procesos internos por el control de las comunidades a partir de una lucha por el poder en la que se someten a revisión permanente los valores comunitarios de la vida social y la organización política.
Entre los Ayuuk Jaay no hay clara diferencia entre los ámbitos público y privado, entre lo cultural y lo político, o entre lo social y lo religioso; todo se mantiene concatenado en una forma de autoorganización que privilegia a la comunidad sobre el individuo.
Para mantener un sistema de gobierno con relativa autonomía del sistema político nacional, es fundamental el mantenimiento de esa unidad indivisible de todos los ámbitos de la vida social. Y de esa autonomía depende todo ese andamiaje cultural con profundas raíces históricas.
Ese proceso que se retroalimenta permanentemente con valores de fuera de la comunidad, para hacer ajustes o auto reafirmar lo que se tiene, se da en medio de una dinámica e intensa lucha por el poder local.
La comunidad indígena, en este caso está siendo construida permanentemente en medio de las tensiones entre grupos y sectores de la sociedad cuya identidad colectiva, lejos de ser un catalizador de fuerzas centrífugas, posibilita la confrontación de las fuerzas centrípetas pero siempre con la clara conciencia de los límites de cada grupo o sector, así como de los límites de la comunidad en su conjunto.
El poder que, por su naturaleza, siempre tiende a concentrarse, es asumido culturalmente como una fuerza comunitaria que debe diluirse socialmente. Es decir, que los Ayuuk Jaay asumen el poder sólo como poder social, poder de la comunidad y, desde ahí, mantienen una dinámica de lucha por el mismo en la que siempre debe salir ganando la comunidad, como esa entidad de origen y destino de todos los miembros de la misma, seguros de que no hay otra forma de subsistir como etnia, a lo que la historia les ha dado la razón. Pero veamos como opera este complejo mecanismo de disputa que dinamiza el sentido de pertenencia a la comunidad.
Lejos de la utopía del igualitarismo, las comunidades indígenas Ayuuk Jaay están altamente diferenciadas socialmente a partir de diferencias de género, económicas, por grupos de edad, por estatus sociales, por ocupaciones, por niveles de escolaridad, etc. Es decir, están lejos de tener condiciones de igualdad entre individuos y sectores.
A pesar de lo anterior, existe una consolidada consciencia comunitaria por lo exitoso del sistema de valores que les permite compartir practicas y creencias a partir de un código cultural común, a pesar de la diferenciación social; incluso, es la diferenciación social como proceso, la que sostiene la identidad colectiva a pesar de la disputa permanente que esa diferenciación social implica.
La lucha permanente por el control del gobierno local y tradicional es el campo de batalla o la arena política en la que se desahoga toda fricción provocada por esos procesos de diferenciación. Es el gobierno indígena Ayuuk Jaay el catalizador de todas las fuerzas centrífugas y centrípetas en lucha permanente por la comunidad, pero al mismo tiempo es el mecanismo de control de toda la vida pública y privada dentro de los límites de las comunidades.
Sin embargo, el gobierno indígena, en este caso no sólo está constituido por los Cabildos municipales y las agencias en las rancherías, también incluye todo el sistema de cargos y servicios que van mucho más allá de éstos y a la Asamblea General Comunitaria como centro gravitacional de todo el sistema político.
Los Cabildos, el sistema de cargos civiles y religiosos, además de la Asamblea, son los tres ejes del gobierno comunitario que están en estrecha correspondencia y codependencia. Los Cabildos son la forma en que los Ayuuk Jaay se encuentran con y corresponden al sistema político más allá de los límites de la comunidad, con el que se entrelazan al estado nacional y sus leyes en materia política y administrativa, con el que tienen permanentemente que negociar para que sea respetada su forma de autoorganización.
El sistema de cargos civiles y religiosos es una forma de escalar social y políticamente dentro de la comunidad, independientemente del estatus económico. Es una estructura de cargos de origen colonial pero con fuertes bases prehispánicas que retribuye con prestigio a quienes participan de él, y el prestigio es el factor más relevante de estatus social. Se comienza desde cargos inferiores y siendo jóvenes como los topiles, hasta llegar a cargos superiores tanto civiles, como políticos y religiosos, alternadamente.
Es esta trenza entre lo civil, político y religioso lo que mantiene unido al sistema y arraigado a los valores más importantes de la comunidad, ya que su tarea es mantener el ciclo festivo y administrar los recursos públicos, así como la impartición de justicia tradicional con los límites impuestos por la ley nacional.
Por su parte, la Asamblea General Comunitaria es un órgano de carácter deliberativo y resolutivo sobre los asuntos más importantes a resolver dentro de la comunidad. En la Asamblea participan todas y todos los ciudadanos que contribuyen, de alguna manera, con trabajo y/o aportaciones económicas al bienestar común. Es decir, que participan prácticamente todos los miembros de la comunidad excepto los niños y algunos adolescentes que todavía no han sido nombrados como topiles, al menos.
En la Asamblea se nombran los cargos para el Cabildo y los demás cargos civiles y religiosos para un ciclo de un año y no más, es un sistema de gobierno rotativo que va de la mano con el ciclo festivo y de la cosecha, lo cual permite que sea una forma de gobierno en la que en un periodo corto de tiempo pueden participar como gobernantes la gran mayoría de los miembros de la Comunidad.
Cabe destacar que en ningún caso reciben remuneración económica ni los miembros del Cabildo, ya que la partida presupuestal del Estado para salarios de los mismos se redirige para gasto de obra pública, esto garantiza que la lucha por el gobierno no sea por los recursos que puedan obtener de ello, sino por los cambios y los destinos de la comunidad según la perspectiva de cada grupo de interés político.
Así, la estructura de gobierno que incluye y abarca a la sociedad entera es el centro de la disputa por la comunidad y su destino, al mismo tiempo que es por lo que se hace el gasto energético del poder que polariza invariablemente entre lo colectivo y lo individual.
Los procesos de diferenciación social se entrecruzan con los de la lucha por el control de la forma de gobierno para otorgar un grado de autonomía política con respecto al poder del Estado, no en el sentido de una comunidad indivisible y homogénea, si no como una comunidad que refrenda sus valores a partir de la disputa interna y la puesta al día a partir de la misma.
Dentro de los grupos de edad, como parte de esa diferenciación social que permite el equilibrio a partir de la correlación de fuerzas, los ancianos de las comunidades conforman el fiel de la balanza por varias razones. Por principio de cuentas, se es anciano, como un estatus asignado por la comunidad, a partir de que un ciudadano cumple con la mayoría de los cargos civiles a lo largo de su vida, comenzando con el de topil, que es una especie de guardián del orden público, así como ayudante del Cabildo y el que da mantenimiento a los espacios públicos; luego se va ascendiendo en la escala de cargos hasta llegar a los de mayor relevancia política o religiosa.
Después de varios años, alrededor de cincuenta, de haber cumplido alternadamente los cargos civiles y religiosos, un individuo es considerado como anciano de la comunidad, independientemente de la edad que tenga, sin embargo, es previsible que pueden rondar los 60 a 65 años cuando adquieren este estatus. Una vez que llegan a este grupo de edad, se reúnen periódicamente en asamblea de ancianos, nombran de entre ellos a un Consejo de ancianos que va a cumplir varias funciones de suma importancia dentro de la comunidad.
El Consejo de ancianos se reúne para asesorar al Cabildo cuando hay algún problema colectivo de cierta gravedad, en el que se tienen que tomar decisiones para las cuales los miembros del Cabildo se declaran incompetentes por falta de experiencia, entonces convocan al Consejo de ancianos, quienes escuchan la problemática planteada por el Cabildo, deliberan entre ellos y ofrecen una posible solución a la problemática planteada. Entre las posibles soluciones que pueden ofrecer están el convocar a la Asamblea General Comunitaria para que sea el pueblo representado en la misma por todos los sectores y grupos de edad quien delibere y encuentre una solución colectiva a un problema de carácter público.
Son los ancianos también los que velan porque se cumpla al pie de la letra el ciclo festivo y todo lo que tiene que ver con la ritualidad. Siempre encabezan y dirigen cualquier acto ritual, ya sea civil o religioso, observando una estricta normatividad en el cumplimiento cabal de todo el proceso ritual. Son los que transfieren el mando de un Cabildo saliente al entrante cada año, una vez que éstos son electos en la Asamblea General Comunitaria, guían las peregrinaciones a los santuarios, van al panteón a invitar a los muertos a la comunidad cada 31 de octubre, y los van a despedir ahí mismo el dos de noviembre.
El calendario ritual contempla una gran cantidad de eventos cada año y son ellos los que los organizan y dirigen. También su voz es escuchada con especial atención en las Asambleas. Después de una larga y acalorada discusión del orden del día en la Asamblea General, son los ancianos, los que con voz tenue y quebradiza pero firme, orientan el sentido del voto, bajo ciertas circunstancias, principalmente en temas que tienen que ver con las tradiciones y costumbres, antes de la votación a mano alzada por parte de todos los miembros de la comunidad; son los que terminan haciendo valer el peso de lo comunitario sobre valores individualistas que pretenden impulsar otros sectores de la comunidad como los y las jóvenes o los profesores normalistas.
Además de conformar un cuerpo colegiado, los ancianos hacen valer su estatus individual en la vida cotidiana dentro de las comunidades. Son llamados a bendecir cualquier reunión familiar, a purificar los cuatro rumbos de la comunidad, a bendecir las cosechas, las fuentes de agua, los cerros sagrados, etc.
Sin embargo, también hay una diferenciación entre ellos como sector específico de la comunidad. Por un lado, tiene mayor prestigio un anciano que haya cumplido con más cargos, el que haya cumplido con los más importantes dentro de la escala de valores de los mismos, pero sobre todo son más respetados y hasta temidos los ancianos que tienen un Tonalli o alma gemela muy poderosa, como el rayo, el águila o la serpiente, también los ancianos que son capaces de transformarse en nahuales. Todo esto en estrecha comunión con la Cosmovisión de los Ayuuk Jaay.
La experiencia onírica constituye una forma de relaciones sociales en la que los ancianos tiene ventaja sobre los demás grupos, ya que no es clara la frontera entre lo onírico y lo social, lo cual se puede ver en la conflictividad, que lo mismo puede darse en medio de los sueños que en la vida pública y diurna, o ser continuidad una de la otra. Sólo que en los sueños siempre tendrán ventaja los ancianos porque ahí tienen mayores recursos de poder que los que tienen en la vida social, en los sueños, por ejemplo: pueden no carecer de fuerza física que les falta en la vida diurna y social y se valen de recursos energéticos poco canalizables en la vida común y cotidiana por la mayoría de los demás miembros de la comunidad.
Sin embargo, los ancianos, entre ellos también tienen disputas por el control de los destinos de la comunidad, pero tienen mayor éxito en gestionar el conflicto para que no se desborde y afecte a la comunidad que otros sectores o grupos de edad.
Otros sectores de la comunidad impulsan sus propias agendas públicas a través de la Asamblea. Los jóvenes impulsan cambios en la escala jerárquica de cargos civiles y religiosos para secularizar el sistema; los profesores impulsan cambios para que el grado de escolaridad sea tomado en cuenta al momento de elegir los cargos del Cabildo; las mujeres impulsan su propia agenda pública para tener mayores derechos en la vida pública de las comunidades y no sólo en el ámbito de lo privado.
Todas estas agendas se confrontan de tal manera que constituyen la dinámica política dentro de las comunidades, en las que lejos de la pretendida armonía y la idealización romántica del comunitarismo indígena, lo que muestran es una intensa lucha por la adaptación tanto a la presión externa a la comunidad como a los intereses personales o de grupo dentro de la misma. Sin embargo, es esa dinámica política lo que les ha permitido gestionar con un alto grado de efectividad su propia cultura desde tiempos ancestrales. Se han adaptado a los cambios tanto del colonialismo español como del colonialismo del Estado nacional, y han logrado mantener su núcleo cultural incorporando cambios todo el tiempo sin perder la esencia. Todo ello gracias a que han entendido que el poder, que tiende a concentrarse siempre, deben trabajar políticamente en todo momento para horizontalizarlo y diluirlo socialmente, no permitir su concentración en algún sector o individuo (como les sucedió en algún momento con el cacicazgo posrevolucionario), también negociando permanentemente con el poder del Estado para que se respete un grado de autonomía con respecto al mismo en aras de una mejor inserción de la Comunidad indígena en el proyecto de la nación.
Los Ayuuk Jaay han entendido siempre que el poder no debe ser algo que se padezca desde una aposición de subordinación, que se debe aprovechar como un recurso del cual pueden ellos también echar mano para guardar ciertos equilibrios.
El poder, como la libertad, no se otorga, se ejerce, pues todos los grupos e individuos tienen un grado de control, aunque sea sobre sí mismos, y por lo tanto una cuota de poder mínima para no conformarse con el estado de cosas y hacer valer la dignidad humana a partir de cierta voluntad de poder, en su ejercicio, en su acción política cotidiana como colectivo y como comunidad, dentro de los límites impuestos por la misma y con las reglas del juego político que se han dado para sí mismos con un enorme basamento cultural y profundas raíces históricas.
Los Ayuuk Jaay son una de las etnias con mayor autonomía política desde épocas de la Colonia y hasta nuestros días. Pero más que un proyecto político, es una forma de ver el mundo y de vivirlo.
¿Quién es?
Francisco Martínez Ureña
Licenciado y maestro en Antropología Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
Las ideas vertidas en la sección de Opinión son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten. La política editorial de en15dias.com promueve su difusión como contribución a la discusión acerca de los conflictos sociambientales, salud, derechos humanos y política ambiental.
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