Contaminar o no contaminar, la falsa dicotomía
/ Por: Gerard Traverse*
Hola a todas/os/es en esta columna repetiré algo que he escrito en todas mis columnas anteriores. Cuando hablamos de medio ambiente estamos hablando de dos cosas muy especificas para el ser humano:
Sobrevivencia y calidad de vida (bienestar, disponibilidad de alimento, de agua, de aire limpio, de espacios verdes, salud y esparcimiento).
Si usted no entiende la importancia de esto para todas, todos y todes es parte importante del problema ambiental. Así que vamos a intentar llevarnos bien y desearle lo mejor a los demás, al menos en esta columna.
Entre las labores de difusión y concientización hacia la mejora del medio ambiente que normalmente realizo, me he encontrado, desde hace 5 años que comencé a dar clases, a jóvenes con un panorama preocupante entre ellos.
La perspectiva de un ecosistema en colapso y la falta total de algún argumento que les pueda asegurar un mundo mejor está afectando seriamente la psique de nuestros jóvenes en formas que espero yo sean direccionadas hacia el activismo ambiental informado.
Este problema que ya había observado, en los adolescentes a los que impartía clases, ha sido catalogado por la psicología como “eco-ansiedad” (puedes consultar información acá https://www.apa.org/news/press/releases/2017/03/mental-health-climate.pdf).
Este problema derivado de la crisis climática también permea a los niños. Hace una semana, algunas amistades me comentaban como algunos de sus hijos tienen hasta pesadillas por la crisis ambiental y la preocupación tanto por dejar de contaminar ellos mismos como su deseo de que los demás lo dejen de hacer.
¡Los pobres a sus menos de 10 años están experimentado la eco-ansiedad, que afecta también adolescentes y adultos!
Por desgracia, no puedo ofrecer un alivio a ello (al menos no uno sencillo) pero me gustaría clarificar el por qué contaminar y no contaminar son una falsa dicotomía.
Antes que nada, no contaminar es imposible, absolutamente todo genera un desecho, ya sean aquellos desechos altamente tóxicos tales como el uranio y plutonio convertido en combustible gastado de una planta de energía nuclear, los cianatos resultantes de la extracción del oro, el residuo de bauxita resultante de la extracción de aluminio (puedes consultarlo acá https://international-aluminium.org/statistics/alumina-production/).
O los casi 2 millones de litros de agua que se contaminan para extraer una tonelada de litio (puedes consultarlo acá https://int.nyt.com/data/documenttools/thacker-pass-feis-chapters1-6-508/f5d9956ac05f6601/full.pdf#page=177) por mencionar algunos de los más graves, hasta los menos obvios: tales como, las millones de toneladas de desechos sólidos capaces de alterar ecosistemas acuáticos y terrestres que salen del aparato digestivo de los humanos en todo el mundo por día.
Claro está no todo lo que podemos considerar contaminación es humano. Podemos poner como ejemplo la marea roja donde la sobrepoblación de un dinoflagelado marino se vuelve tóxica para algunas especies marinas.
Como todo en esta vida el punto importante es la cantidad, en la naturaleza existen ciclos de elementos y bioelementos de un ecosistema son reciclados dentro de ese mismo ecosistema, y los problemas surgen cuando las capacidades de estos ciclos se ven rebasadas o invadidas con tipos de desechos para los cuales ese ecosistema no ha desarrollado un ciclo aún.
El asunto no es dejar de contaminar porque es imposible, toda acción, sobre todo realizada a gran escala como las que hace nuestra especie va a contaminar e irrumpir estos ciclos de reciclaje natural. Aquí el asunto se vuelva no a dejar de contaminar sino a contaminar de forma eficiente e inteligente.
Y contaminar de forma inteligente implica reducir esta contaminación, reducir nuestros consumos. ¡Debemos darnos cuenta de la cantidad de producción inútil que consumimos!
Un ejemplo francamente ridículo en el que algunos sectores de la sociedad aspiran y otros realizan es el oro comestible, algo que no aporta absolutamente nada a sabor ni a nutrición, pero que su extracción minera es de las acciones más contaminantes que podemos realizar y sin lógica alguna para su uso, es decir, ese consumo no es una contaminación ni eficiente ni inteligente como la que debemos buscar.
Por otro lado, un ejemplo más universal es los millones de toneladas de baratijas de plástico, metal y vidrio y madera (algunas no tan baratijas) ornamentales que se compran para adornar nuestros hogares.
Les invito a todos los que leen esta columna a analizar nuestros consumos (https://www.consumoresponde.es/articulos/consejos-consumo-responsable) , incentivar la reducción de consumos tontos, y hacer activismo para que juntos elaboremos leyes y movimientos que prohíban o reduzcan la producción, venta y consumo de productos que no sirven propósito alguno más que para contaminar.
Lee sus artículos anteriores
/ Gerard Traverse**
**¿QUIÉN ES?
Gerard Traverse
Es biólogo de profesion: Cuenta con estudios de posgrado en Limnología y Ciencias del Mar; es presidente de la Comunidad Independiente de Manejo Ambiental (CIMA). Es miembro de la Red Michoacana de Ambientalistas (Redam) y miembro de la Red Nacional de Ambientalistas (REDNA).
Las ideas vertidas en la sección de Opinión son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten. La política editorial de en15dias.com promueve su difusión como contribución a la discusión acerca de los conflictos sociambientales, salud, derechos humanos y política ambiental.
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