Desde hace un año, Angélica se levanta cada mañana, se pone su traje de baño y se mete dentro de un orificio que cava en un lago congelado. No es algo tan común donde vive, pero es posible hacerlo. Así como ella, unos cuantos ciudadanos hacen pozos y se zambullen.
La mexicana, es investigadora del Centro de Investigación de Enfermedades infecciosas del Instituto Karolinska, y desde hace dos años comenzó a ducharse con agua fría, y posteriormente a sumergirse en aguas abiertas y gélidas para combatir algunas de las secuelas que le dejó la pandemia de la enfermedad por Covid-19.
en15días.com conversó con la Doctora Angélica Cuapio, que se ha dedicado a estudiar las respuestas del sistema inmune en cáncer, autoinmunidad y actualmente enfermedades infecciosas y del sistema nervioso central, abarcando la enfermedad COVID-19.
Baños en agua fría, incomodidad saludable
Por: Gilbert Gil Yáñez / en15dias.com

Baños en agua fría, incomodidad saludable
Angélica saca su cabeza repentinamente del agua, exhala de manera precipitada, mientras se toma de los barandales. Sus ojos se abren, su piel comienza a enchinarse, su sonrisa expresa sorpresa, y su cara comienza a ponerse roja. Una exhalación se escucha y segundos después, nuevamente, se mete al pozo de agua helada; medio segundo y regresa a la superficie. Se escucha exhalar, esta vez con más fuerza.
Cuando el cuerpo de Angélica entra en contacto con el agua fría, la piel es el primer órgano que reacciona. La exposición a temperaturas bajas causa una constricción de los vasos sanguíneos, lo que disminuye el flujo sanguíneo y reduce la pérdida de calor del cuerpo.
De inicio puede ser incómodo, pero después de unos segundos, la sensación se vuelve distinta: se genera tranquilidad y aumenta la energía y la vitalidad.
Desde hace un año, Angélica se levanta cada mañana, se pone su traje de baño y se mete dentro de un orificio que cava en un río congelado. No es algo tan común donde vive, pero es posible hacerlo. Así como ella, unos cuantos ciudadanos hacen pozos y se zambullen.
La mexicana, es investigadora del Centro de Investigación de Enfermedades infecciosas del Instituto Karolinska, y desde hace dos años comenzó a ducharse con agua fría, y posteriormente a sumergirse en aguas abiertas y gélidas para combatir algunas de las secuelas que le dejó la pandemia de la enfermedad por Covid-19.

en15días.com conversó con la Doctora Angélica Cuapio, que se ha dedicado a estudiar las respuestas del sistema inmune en cáncer, autoinmunidad y actualmente enfermedades infecciosas y del sistema nervioso central, abarcando la enfermedad COVID-19.
Hacer inmersiones en agua fría le ayudó a aminorar el cansancio y dolor de cabeza; además de los mareos y la pérdida de cabello, comenta.
“Empecé con este hobby de las inmersiones en agua frías al final del verano”, señala la Doctora Cuapio.
“Esto sucedió durante un tiempo en el que yo estaba convaleciente de Covid 19”. Explica que su enfermedad pasó de moderada a severa y posteriormente desarrolló “secuelas de Covid persistente o Covid largo”.
“Noté que estar en el agua fría, me ayudaba a sentirme mejor en relación a los síntomas que presentaba: dolor de cabeza, cansancio exagerado, mareos y pérdida de cabello. Sentí que muchos aspectos comenzaron a mejorar”, reflexiona.
Al ver los resultados, intentó realizarlo de manera metódica.
Baños en agua fría, incomodidad saludable






“Le traté de dar forma empezando con duchas frías; al final de la ducha caliente, cambiaba la temperatura lo más bajo y estaba expuesta de 10 segundos a 30 segundos, era lo máximo que aguantaba”, admite, “pero poco a poco lo fui aumentando y lo pude moderar”.
Su curiosidad no quedó ahí, posteriormente, cuenta, cambió las duchas por unos tinacos de agua “esos que venden en las tiendas; lo llené de agua y lo dejé a la intemperie, en el jardín”. Cabe mencionar que las temperaturas en Escandinavia en épocas de otono oscilan entre 1 y 15°C.
Durante meses se zabuía en el agua que estaba en promedio a 8°C. “Me hacía sentir muy bien”, comenta con una sonrisa.
“Esa mejoría en mis síntomas me permitió comenzar a buscar otras formas de tener acceso a esa exposición al frío”.
“Yo vivo en Suecia”, aclara la doctora Cuapio. “Y aquí en Suecia tenemos un acceso a muchas aguas naturales, entonces hay lagos en todas partes y así comencé en nados en aguas abiertas”.
Cuapio cuenta que sus nadadas no eran tan largas “porque ya en otoño es muy, muy frío entonces quizá el agua tiene 8 o 10 grados y normalmente lo que uno trata de hacer es mantenerse, no estar tan tanto tiempo en el agua… quizá diez minutos aguantaba nadar”, admite.

Para la doctora “eso era suficiente” hasta que llegaba el invierno. “Llegando el invierno, el frío va aumentando hasta que se comienzan a congelar los lagos” pero eso no la detuvo.
Cuando la superficie está congelada, lo que la doctora hace es “un hoyo en el lago”.
“Y bueno, entrar y quedarse un rato haciendo estas inmersiones fue mi experiencia y lo que me trajo fue, pues, esta mejoría completa en mis síntomas; no al 100 por ciento, pero sí, un 90 por ciento”.
La mexicana, especialista en inmunología, señala que mejoró la mayoría de su sintomatología. “Me sentí muy bien, y para mi sorpresa, yo no era la única”, narra.
“Amigas que tengo que también pasaron por Covid o que tuvieron algún otro tipo de enfermedad crónica o algún malestar, comentaban, que siempre notaban mejoría al realizar este tipo de inmersiones o esta exposición al frío.
Ahí comenzó la curiosidad de saber qué está pasando con el sistema inmune.
Como primeras preguntas, la doctora exploró lo que hace esta exposición en nuestro sistema. “Comencé a indagar, a interrogarme, a informarme y también a realizar algunas encuestas”.

Explica que las encuestas las realizó a personas que viven en Europa y que realizan esta actividad, “no necesariamente inversiones gélidas en lagos congelados, también incluí nados en aguas abiertas”.
Entre los resultados de las encuestas, encontró que muchas personas notaron que sus alergias disminuían. “Por ejemplo, disminuyó el dolor de articulaciones, disminuyó la ansiedad y la depresión.”
Encontró que algunos trastornos o alteraciones mentales cambiaron; también “mejoró la piel, se volvió más tersa, más suave, con más brillo en el cabello”; además de que “los síntomas que tuvieron después de alguna infección o alguna enfermedad mejoraban con esto”, recuerda.
En algún momento, después de la revisión de las encuestas la doctora Cuapio comenzó a investigar con mayor interés los beneficios de las inmersiones en agua fría.
“Me pareció muy interesante escuchar toda la variedad de mejorías que se puede lograr con este tipo de contacto con el frío y bueno, entonces esto me también me llevó a enterarme más, de qué es lo que está pasando detrás; qué es lo que se puede hacer; qué es lo que se sabe y lo que no se sabe, que es muchísimo lo que no se sabe”.
Baños en agua fría, incomodidad saludable

Pero ¿qué sí sabemos?
Para ello, la doctora Cuapio señala que se tiene que responder, en principio, una pregunta: ¿Qué es lo que hace el frío?
“Físicamente el frío nos ayuda a disminuir el dolor, disminuir la inflamación, aumentar nuestro sistema cardiovascular, nuestro sistema inmune, nuestro metabolismo”, asegura la doctora.
“A nivel mental ayuda, por ejemplo, a tolerar mejor el estrés, la ansiedad, las irritaciones, y también aumenta a resiliencia”.
Para la especialista en inmunología esta actividad tiene un componente “de verdad multifacético”.
“Como diferentes sistemas están expuestos al frío, cada sistema responde de cierta forma, pero es muy importante las últimas investigaciones en las que señalan que la grasa parda que tenemos se activa mediante el frío”.
Pero ¿qué es la grasa parda?
La grasa parda es un tipo de grasa que tenemos los humanos principalmente en épocas tempranas de nuestra vida, “los bebés tienen altas cantidades de grasa parda; los adultos tenemos más lo que se llama grasa blanca, que es una grasa de tipo amarillo”.
La doctora explica que esta grasa parda es la que también tienen los animales que hibernan, por ejemplo, los osos y las ardillas también tienen esta grasa parda.
“Esta grasa parda nos ayuda a mantener nuestra temperatura de forma que podamos vivir y este es un proceso que se llama termogénesis, en la que nuestro propio organismo realiza tipos distintos tipos de procesos para mantener nuestra temperatura. El más común es cuando tenemos frío y tiritamos, entonces empezamos a temblar y eso ayuda a mantener nuestra temperatura corporal, ese es el más más claro ejemplo de la termogénesis”.
La activación de la grasa parda se da cuando estamos expuestos al frío y los receptores térmicos que tenemos en la piel mandan señales a nuestro cerebro, este libera hormonas y neurotransmisores, que se liberan cuando estamos por ejemplo en situaciones de estrés o de peligro. “Una vez esta liberación toma lugar, entonces la grasa parda se empieza a activar y empieza nuestro organismo a generar energía, a generar calor”, explica la especialista.
Eso también, señala, se ha asociado con a una asociación benéfica en relación a enfermedades de tipo crónico. “Cuando hay esta activación de grasa parda hay también menor riesgo de desarrollar enfermedades como diabetes, hipertensión y cáncer”.
La doctora Cuapio aclara que son pocos los estudios, pero en los que hay “se ha visto algún tipo de asociaciones; que son los posibles efectos que pueda tener en la exposición al frío, a nivel fisiológico”.
Explica que hay otros estudios, por ejemplo, “acerca del sistema inmune han visto que hay un tipo especial de linfocitos, las células asesinas naturales, que se activan cuando uno se expone al frío”.
“Estos han sido estudios en animales, en modelos de ratas, pero también en humanos en grupos reducidos de voluntarios sanos, pero se ha visto que estas células asesinas naturales, se activan. Estas células son las que nos permiten luchar contra infecciones virales; cuando un virus ingresa a nuestro organismo éstas son el primer tipo celular que comienza a atacar durante una infección”.
Baños en agua fría, incomodidad saludable
¿Cómo exponerse al agua fría?
En relación a la exposición al agua helada hay diferentes formas en las que esto se puede realizar una de ellas la más fácil y la más accesible es cuando nos duchamos.
“Al final de nuestra ducha caliente podemos disminuir la temperatura; lo máximo que podamos, que aguantemos. No es necesario estar ahí minutos, con empezar a hacerlo de 5 a 10 segundos es más que suficiente y esto nos va a permitir adecuarnos o adaptarnos a estos cambios en la temperatura”.
Otra forma de hacerlo son las inmersiones en aguas gélidas, explica. “Estar inmerso en agua donde la superficie de una fuente de agua natural, como un lago, se congela y es necesario hacer un orificio. Ahí es donde uno se mete y se queda relativamente estático expuesto al frío”.
Estas inmersiones en aguas heladas, explica la doctora Cuapio, son inmersiones que nos permiten disminuir nuestra temperatura corporal “lenta, progresivamente, y con esto, también, estamos de cierta forma activando nuestros diferentes sistemas”.
Estas exposiciones de agua fría también incorporan el nado en aguas abiertas. “Por ejemplo, quienes nadan en lagos fríos o en el mar o en ríos, también están expuestos a este frío, no tanto ni tan considerablemente bajo como las inmersiones, pero también está llevando a cabo esta exposición fría”.
¿ES CRIOTERAPIA O NO?
Para la doctora Cuapio, estas actividades que realiza podrían considerarse dentro del paraguas de la crioterapia, sin embargo, y más en los campos médicos, este término es utilizado más con un uso terapéutico.
La crioterapia es una técnica que utiliza temperaturas extremadamente bajas para tratar una variedad de afecciones. Aunque se ha utilizado durante mucho tiempo en la medicina deportiva para tratar lesiones musculares, su uso se ha extendido a otras áreas de la medicina, como en la cirugía, en los últimos años.
Esta actividad terapéutica puede aplicarse de diversas maneras, como a través del uso de compresas frías, baños de hielo o aplicaciones de nitrógeno líquido. “Algo más reciente involucra el uso de cámaras de crioterapia”, afirma la doctora Cuapio.
“Estas cámaras funcionan utilizando, ya sea nitrógeno o aire frío, en el que las temperaturas llegan hasta menos de 100 grados centígrados. En estas cámaras, se puede uno exponer por tiempos reducidos, normalmente son entre 2 a 4 minutos a temperaturas menores de 100 grados centígrados; siempre cubriendo ciertas partes del cuerpo; se utiliza siempre un gorro, guantes, máscara, bufanda y calcetines; y los hombres, normalmente un calzón y las mujeres calzón y top para estar expuestos de forma más completa”.
La crioterapia funciona al reducir la temperatura de los tejidos corporales, lo que reduce la inflamación y el dolor.
“La aplicación de frío puede disminuir la velocidad de la conducción nerviosa, lo que puede reducir la percepción del dolor. Además, la exposición al frío puede disminuir la liberación de sustancias inflamatorias y reducir la respuesta inflamatoria en el cuerpo”, señalan algunos estudios.
La crioterapia se utiliza en la medicina moderna para tratar una variedad de afecciones, desde lesiones musculares hasta trastornos dermatológicos y enfermedades autoinmunitarias.
“En grupos muy reducidos, muy particulares de pacientes, se ha visto mejoría o al menos los pacientes reportan mejoría al estar expuestos a la crioterapia. Entre ellos se encuentran pacientes con artritis reumatoide, con dolores crónicos, con ansiedad, depresión y actualmente, también, pacientes con un Covid persistente”.
La doctora afirma que “actualmente hay muchos estudios con diferentes tipos de enfermedades como esclerosis múltiple, por ejemplo, la artritis reumatoide, psoriasis que están en estudios o ensayos clínicos para determinar si la crioterapia tiene un efecto real, medible y prometedor”.

INTERÉS GENUINO POR LA SALUD
Para la doctora, Angélica Cuapio “cada vez hay más interés por entender qué es lo que está pasando, por entender por qué nos sentimos mejor cuando hacemos esto”. Sin embargo, explica, ese interés “de cierta forma es un interés más a nivel de sociedad, más que a nivel de negocio. Por ejemplo, exponerte el agua fría si te trae beneficios, no representa ningún gran aporte para las compañía farmacéuticas, si puedes hacerlo de forma natural”.
Para Cuapio es muy importante poder realizar más estudios, “porque entendiendo qué es lo que hace el frío, podemos aterrizar otros tipos de procesos en forma de medicamentos, por ejemplo, para gente que no lo puede hacer”.
“Es muy importante todo esto, sin embargo, hay otros temas que tienen mayor prioridad en las agendas de salud pública, entonces este es un tema que, de cierta forma, aunque es un hobby, es algo que se puede aplicar y que debería ser explotado para tener mayor prevención y poder disminuir las enfermedades, que ya tenemos como las de tipo crónico, para poder mejorar la calidad de vida de la gente”.
VIDEO: Angélica Cuapio: Baños en agua fría, incomodidad saludable
Y para todo esto ¿Toda la gente puede realizar esta actividad?
Para la doctora Cuapio, que realizó una de las escasas encuestas que hay al respecto de esta actividad, afirma que al menos dos estudios, basados en encuestas a individuos que realizan esta actividad, arrojan que “normalmente la persona que lo hacen son personas entre 40, 60 y 70 años, es decir adultos relativamente mayores”.
Además, los resultados arrojan que son más las mujeres que los hombres “basada en mi experiencia, diría que al menos un 70% de quienes realizan esta actividad, son mujeres. “En mis encuestas, fueron 70 a 75% mujeres. De forma paralela, la mayoría que realizan est aactividad somos mujeres y. tal cual, entre 40 y 60 años de edad”.
La doctora señala que en niños no lo sugiere ya que “los niños tienen una superficie corporal muy grande en comparación con su masa, entonces, ellos necesitan una forma diferente hacer esta termogénesis”.
Baños en agua fría, incomodidad saludable

Dejar de estar cómodos para estar más saludables
La doctora Cuapio reflexiona que vivimos en una sociedad donde “buscamos más y más comodidad y el frío no es cómodo”.
Por ello, señala que esta exposición al agua fría “es importante para nuestro organismo esté expuesto a diferentes tipos de estimulantes, en este caso el frío”.
“Siempre encontramos la forma de estar cómodos, pero es importante dejar a nuestro organismo, dejarlo de estar un poco incómodo para que se pueda adaptar a otras situaciones y pueda también estar más alerta a los cambios y a las condiciones climáticas”, afirma la investigadora.
Al finalizar la entrevista, la cara de la doctora Angélica Cuapio refleja felicidad; se le nota cuando habla de inmersiones en agua fría o helada.
“Mi calidad de vida ha mejorado muchísimo gracias a este este hobby. Yo te digo, yo de verdad soy una persona mucho más feliz desde que empecé a hacer estas exposiciones al agua fría”.
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